IRENE HEWITSON:
Antes
de ser una actriz relativamente conocida, tuve un encuentro en un ascensor algo
peculiar. Iba a una entrevista en uno de los estudios de cine más importantes
del país y me encontré subiendo en el ascensor, nada menos que a la famosa
actriz Faith Sunrise.
Siempre
había pensado que cuando la gente alababa su encanto y su presencia exageraban,
pero lo cierto es que cuando la tuve al lado, supe a qué se referían. No era
solo su belleza que era espectacular, sino su porte, su elegancia, su manera de
estar sabiendo que es la más observada y adorada y aún y así no perder ni un
ápice en encanto y naturalidad. Yo de mayor quiero ser como ella, le decía
siempre a mi abuela, y ella me contestaba muy comprensiva: “¡Si, hija, si,
sueña despierta! ¡Porque como ella no hay ninguna!”. Y aunque me diera mucha rabia admitirlo, tenía
que darle la razón.
No
sé cuánto duró el trayecto ni mis cavilaciones, lo cierto es que, teniendo una
oportunidad de oro como aquella, subir a solas con ella en aquel ascensor, sin
duda tenía que aprovecharla. Pero no fui capaz de pronunciar ni una sola
palabra. Me quedé en blanco y mi cerebro embobado no pudo enlazar una palabra
tras otra para preguntar ni siquiera algo estúpido ni trivial. Ni presentarme, o
saludarla, alabar su talento o comentar su última película, confesarle mi
admiración… Ni que hubiera sido para hacer alguna observación mundana sobre el
tiempo o el calor que hacía en aquel ascensor… Nada de nada.
Una
leve y lejana campanita nos indicó que habíamos llegado a su destino, y ella
muy educada me regaló un “buenos días” acompañado de una encantadora sonrisa,
mientras salía del ascensor y me dejaba atrás, con mi cara desencajada y
embobada, viéndola marchar con su caminar elegante mientras las puertas del
ascensor se cerraban de nuevo ante mis narices.
No
fui capaz de devolverle el saludo, ni de articular palabra alguna. La neurona
que creo aún estaba despierta y en funcionamiento en mi cabeza, estuvo lenta en
aquel momento y tampoco me aconsejó salir con ella en ese preciso instante para
seguirla e intentar entablar alguna conversación más tarde.
Que
os puedo decir, perdí una de aquellas oportunidades únicas que se le presentan
a una en la vida.
Mi
esperanza desde entonces era encontrármela quizá por los pasillos de algún
estudio, en la alfombra roja de algún evento o que coincidiéramos en algún
proyecto. Solo de pensar en ello no podía evitar sentir un sudor frio por la
espalda. Quizá sería mejor que no se diera esa feliz casualidad, porque de ser
así y que ella me reconociera, cosa poco probable, moriría fulminantemente de
la vergüenza en ese preciso instante.
El
titular de mi pronta e inesperada muerte sería algo así:
“Inesperada
tragedia en los pasillos de la MGM Studios”
La joven actriz Irene Hewitson cae desplomada en los pasillos
de la MGM tras cruzarse con la veterana actriz Faith Sunrise. Todo apunta a que
la malograda y joven promesa no pudo contener la emoción al coincidir con su
admirada diva y perdió el conocimiento para sorpresa de todos los presentes.
Actualmente se encuentra ingresada en el Mount Sinaí Medical Center y su
pronóstico es grave, aunque reservado. Se dice que la veterana estrella envía
cada día un ramo de rosas a su habitación con una a pequeña nota: ¡Recupérate
pronto, te esperamos!
Un gran revés para la joven actriz que estaba a punto de
firmar un contrato para una próxima película compartiendo cartel con la espectacular
estrella.
Siempre digo que soy acontecida y no en vano. La semana
pasada fui a la presentación de una película de mi colega y amiga Mary Bertrand,
y en el photocall la vi a lo lejos. No podía creerlo. ¿Qué hacía Faith Sunrise
en un evento de tan poca categoría? Una periodista descarada y despiadada,
mientras mantenía conmigo una breve e insulsa entrevista, llamó a voces a la
estrella invitándola a acercarse donde nos encontrábamos.
¿Ustedes ya se conocen verdad Faith? E inesperadamente, la
gran estrella contestó firme y decidida: ¡Pues no tengo el placer, la verdad!
La eficiente periodista dio un gran repaso a mi corta, aunque
taquillera trayectoria, cosa que la gran diva no pareció conocer ni quedar demasiado
impresionada.
Creo que en ese mismo momento mi corazón hinchado de diva emergente sintió un pinchazo y se desinfló como un globo, quedándome desde ese instante con mi diminuto y dolorido corazoncito. Me falta el aire al recordar ese punzante comentario, aunque me reconforta rememorar los últimos segundos de aquel accidentado encuentro. Como mientras me desmayaba y caía al suelo los brazos de mi diva favorita me envolvían en un caluroso y gran abrazo.
Marifelita