Para el
VADERETO de este mes de Marzo, desde el Blog
JACSNET/ACERVO DE LETRAS, nos proponen el siguiente reto.
Recibes una carta escrita con una letra manuscrita preciosa. El texto es breve y claro: El escribiente anónimo te invita a cenar al restaurante X . (Es uno de los más caros de la ciudad y llevas mucho tiempo queriendo ir, pero no te lo puedes permitir).
No te dice si os conocéis o no. Pero que será la oportunidad de tu vida y que no te arrepentirás si acudes. Para identificaros, cada uno llevará un libro y una flor.
Tiene que ser un libro muy especial. Por su título o autor; por lo que significa para ti; por lo que supuso su lectura, porque es el que más veces has releído… Tú decides. La flor tiene que representarte.
Firma simplemente con una letra mayúscula. Ni siquiera sabes quién pagará ni las intenciones. ¿Acudirás a la cita?
AQUÍ podeis encontrar el resto de relatos participantes:
"UNA INVITACION INESPERADA"

En mi buzón apareció una carta manuscrita con una letra preciosa, una práctica algo pintoresca e inusual en estos tiempos. En un breve texto, el escribiente anónimo me invitaba a cenar en el mejor restaurante asiático de la ciudad. Hacía tiempo que me moría de ganas por ir, pero mi modesto sueldo no me lo permitía.
Su propuesta incluía asistir con un libro y una flor para poder identificarnos. Me garantizaba que sería la gran oportunidad de mi vida y que no me arrepentiría. Firmó simplemente con dos líneas onduladas horizontales, como dos S acostadas, que recordaban dos olas de mar.
Me quedé petrificada y sin pestañear por unos segundos pensando en tonterías como: ¿Quién pagaría la cuenta en este restaurante tan caro? Si fuera un desconocido ¿qué intenciones tendría? ¿Se trataría todo de una tomadura de pelo? ¿Me atrevería a acudir a semejante cita?
Y fue entonces cuando me dije a mí misma: ¡Haz algo atrevido en esta vida insípida, gris y predecible que te has montado! Así que mi mente se puso en marcha y empecé a pensar, mientras me dirigía a escoger entre las estanterías el libro perfecto para una ocasión tan especial.
Ya lo tengo: ”Soy un gato” de Natsume Soseki. Me enamoré de la historia cuando la leí y creo que desde entonces los gatos son como una obsesión para mí.
Ahora solo quedaba escoger una flor que me definiera y eso ya era un tema un tanto peliagudo para mí. Soy nula para estas cosas así que pensé en dejar esa decisión en manos de la florista del barrio, ella sabría aconsejarme.
Esa noche no pude dormir pensando en el inminente encuentro del día siguiente, así que nada más levantarme y darme una ducha fui de cabeza a la floristería para saber por fin que flor sería la más apropiada para tan inesperada e inusual cita.
Al explicarle brevemente la situación a la florista, no pudo contener una gran sonrisa mientras decía: “¡Que romántico e intrigante! ¡Esas cosas no me pasan nunca! ¡Mañana cuéntame todos los detalles!
Como buena enamorada de la cultura japonesa, cosa que parecía saber mi admirador secreto, me sugirió una flor delicada y acorde al estilo de la velada: la Sakura o flor del cerezo, un símbolo de belleza de corazón, éxito y felicidad.
Las horas no pasaban. Por un lado, estaba ansiosa por que llegara la hora del encuentro y por otro estaba totalmente histérica. No conseguí comer nada en todo el día, los nervios me cerraron el estómago. Pasé la tarde mirando ropa sin estar segura de qué ponerme. Hacía tanto tiempo que no tenía una cita.
Cuando se acercó la hora, ya no podía esperar más y salí de casa con la flor de Sakura en la solapa de mi americana, además de hecha un manojo de nervios. Estaba a tres paradas de metro, pero preferí ir caminando, para ver si me tranquilizaba de camino al restaurante.
Llegué antes de tiempo y decidí entrar y esperar dentro. Pero al empujar la puerta y poner un pie en el local, un escalofrío me recorrió el cuerpo y un sudor frío bajó por mi espalda. “Esto no es para ti. Es una verdadera locura”. Me dijo mi cobarde e inseguro yo interior.
Di media vuelta guardando el libro que llevaba en la mano en mi bolso y mientras me dirigía a la cafetería que había justo en frente, cogí la delicada flor de Sakura de la solapa y la metí en el bolsillo.
Al entrar en el local, pedí un té y mientras me sentaba en una mesa frente a la ventana, me quedé vigilando la puerta del restaurante. Nada más pasar unos minutos lo vi entrar, sonriente, jovial como un quinceañero y fue cuando lo reconocí.
Nos conocimos en un viaje de estudios a Japón durante mi época universitaria. Estuve allí dos meses recopilando información para preparar mi doctorado y surgió un pequeño romance que acabó cuando tuve que regresar a casa. Me prometió que algún día nos volveríamos a encontrar y aunque estuve durante meses coladísima por él, finalmente rehice mi vida y lo nuestro quedó como un bonito recuerdo de amor de juventud. Habían pasado veinte años y por lo visto él no se había olvidado de mí ni de su promesa. ¿Cómo consiguió encontrarme? ¿Aun sentía algo por mí? ¿Pretendía continuar nuestra historia donde la dejamos tantos años atrás?
Así que ahora me encuentro con una taza de té caliente entre mis manos, observando a un viejo amor en la distancia y preguntándome, si este momento es el que he estado esperando toda la vida, inconscientemente pero también sabiendo que algún día llegaría. Me doy de tiempo hasta acabarme el té para decidir si coloco de nuevo mi delicada flor de Sakura en la solapa, o si me dirijo a casa para empezar a releer mi libro favorito.