IRENE HEWITSON:
AVENTURAS Y DESVENTURAS DE UNA DIVA ACONTECIDA
CAPÍTULO 12
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"MODA DE ALTOS VUELOS"
Hay una ley no escrita, pariente de Murphy que dice que, si hay dos eventos importantes a los que tienes que asistir, sin duda, ocurrirán en el mismo día o incluso se solaparán en el tiempo. A mí estas cosas me pasan mucho.
Ese día tenía un importante examen de la carrera de diseño que justo estaba finalizando. Esa misma noche quiso el destino que también fuera invitada a un cocktail que se celebraría en un importante hotel en el centro, para presentar la nueva gama de productos de una firma internacional de cosméticos con la que había colaborado en su campaña publicitaria.
Hubiera llegado a casa con tiempo para cambiarme si no hubiera sido porque en esa ocasión, el señor Murphy y su despiadada ley hicieron su aparición estelar en el transporte público con el que me dirigía a casa.
Algún pasajero despistado se había dejado una bolsa en el andén y cundió el pánico en la estación de metro, activándose la alerta antiterrorista prevista para estos casos. A mí me pilló dentro del vagón y decidieron parar el convoy a medio camino, estuvimos en el túnel sin poder salir, casi veinte minutos. Llamé a mi compañera de piso para rogarle que me preparara una bolsa con el caro vestido que había dejado preparado en mi habitación, unos zapatos espectaculares, complementos de mi joyero y el neceser de maquillaje. Ya no llegaba a tiempo para cambiarme en casa así que lo haría directamente en el hotel.
Cuando llegué a mi portería cansada, sudorosa y sin aliento, llamé al interfono para que mi compañera me tirara la bolsa por el balcón e irme pitando en taxi al hotel. El señor Murphy aun merodeaba por los alrededores ya que el lanzamiento de bolsa de mi compañera fue con tan mala pata, que acabó cayendo en lo alto de un árbol enfrente del portal, quedando enredada en una de las ramas. En aquel momento me bloqueé y no se me ocurrió otra cosa que buscar algo por los alrededores para lanzárselo e intentar darle para hacerla caer al suelo y recuperarla.
En un contenedor cercano vi unas zapatillas y un par de juguetes rotos. Primero lancé una de las zapatillas tímidamente sin rozarle si quiera, luego la segunda con el mismo éxito. Mi compañera de piso levantaba los brazos desde el balcón, aun no me queda claro hoy si dándome ánimos, instrucciones o convencerme de que era mala idea.
Luego proseguí la operación con un nuevo intento, esta vez arrojé uno de los juguetes con algo más de empeño y aunque estuve más cerca, el juguete fue a colarse al piso del vecino de abajo. Lancé el otro proyectil restante, un juguete algo más pesado de madera y aumentando un poco la fuerza.
La bolsa siguió allí colgada de la rama, inmutable, no como el viejo cascarrabias de mi vecino, que no solo salió al balcón para quejarse de mis maniobras, sino que además le alcancé de lleno en la cara con mi segundo lanzamiento.
El malpensado decidió pensar que se trataba de un ataque premeditado hacia su persona y así lo hizo saber desgañitándose desde el balcón para que cualquier vecino o transeúnte que pasara por la calle estuviera bien informado de la clase de persona que era yo.
A malhablada y malas pulgas no me gana nadie. Pero todo lo que le llegué a decir a mi vecino, para descargar la ira acumulada de todo el día, no me sirvió para nada. Tampoco los intentos de mi apurada compañera para intentar recuperar la bolsa construyendo un largo artilugio con el palo de la escoba, el de la fregona y cinta americana.
Así que aquella noche, aunque todo el mundo en la prensa del día siguiente afirmó que fue todo un éxito, no lo fue tanto para mí. Asistí tarde y vestida con un conjunto del Zara, unos pendientes de mercadillo y unas sandalias que en casa me parecieron resultonas. No me lo parecieron tanto al ver mi estilismo en todo su conjunto, unos días más tarde en una conocida revista de cotilleos, en la sección de “¡Qué horror, las peores vestidas!”, mientras me hacía las mechas en la peluquería.
Aunque tras este pequeño tropezón mi carrera como modelo tenía los días contados, quizá como “celebrity” habría ganado algunos puntos, ya que sin pretenderlo estaba construyendo una imagen de “rebelde sin causa”, que aun no sabía si me llevaría a alguna aparte, fuera de las revistas del corazón.
Marifelita
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