¡Hola amig@s jueve@s!
Para esta convocatoria juevera en la que tenemos el papel de anfitriones, y como tema "LA SILLA NARRADORA", participamos con varios relatos.
A continuación os compartimos este de nuestra compañera CRISTINA:
RECOGIDA DE MUEBLES VIEJOS:
(TODOS LOS MIÉRCOLES DE 19H A 21H)
Imagen: Pixabay
En el punto de recogida, junto a los contenedores, es donde conocí su historia. Me sorprendió su edad y lo bien que se conservaba; las cuatro patas intactas, la tapicería algo sucia y la madera del respaldo ligeramente carcomida.
La carcoma, esa fue la enfermedad más temida por todos los muebles de madera en otro tiempo, ahora nos aplican un tratamiento que impide que nos ataquen esas asquerosas larvas, por lo menos a los que procedemos de Ikea, nacidos de bosques sostenibles y fabricados en serie por piezas, para ser ensambladas por nuestros usuarios.
Pero ese no es el caso de mi compañera. Ella fue trabajada por ebanistas, enceradores y tapiceros artesanos, toda una obra de arte, que ha sido sentada por posaderas ilustres. Sus casi dos siglos de vida comenzaron en el palacio de un aristócrata, la de aventuras de alcoba que contempló entonces... El conde engañaba a su mujer con todo lo que llevaba faldas. Pero ella no se quedaba atrás, el mayordomo y el jardinero aliviaban la soledad de la dama, a parte de otros visitantes que aprovechaban las ausencias del anfitrión.
Luego estalló la revolución, ahí la poltrona temió por su integridad, algunas de sus compañeras fueron condenadas al fuego y otras, destrozadas sin más. Ella se salvó de milagro.
El inmueble pasó a ser “Casa del pueblo” hasta que se produjo un golpe de estado, por el que se devolvió el palacio, o lo que quedaba de él, a los descendientes del antiguo propietario, que a su vez iniciaron una guerra particular para decidir quien de ellos tenía más derecho.
Los unos por los otros, la casa sin barrer... Es decir, el palacio al no ser reparado, se fue deteriorando hasta ser declarado en ruina. Y así ha acabado mi amiga centenaria, como yo con apenas veinte años, esperando que nos recoja alguien.
Maria Cristina Garcia Carrera
Si quieres disfrutar de las poesías de nuestras compañeras de "EL VICI SOLITARI" puedes encontrarlas AQUI, en nuestro REFUGI POÈTIC.
Hay que ver todas las historias que contar desde esas sillas, que han sido el descanso de tantos traseros.
ResponEliminaY lo que habrán visto y escuchado.. me gusto mucho leerte.
Un saludo.
Anda que si hablaran... de la de cosas que nos podríamos enterar.
EliminaSaludos, M. Cristina
La gente de bien corazón. Se cuida de bajar los muebles viejos sin destrozarñis para que ocupen menos espacio.
ResponEliminaY además los volcán a modo de exposición, para que alguien los admire y se enamoré. Incluso pasan un rato después a ver si ya se los ha llevado alguien.
Los muebles también tienen su corazoncito.
Abrazoo
¡Que malos que fuimos de pequeños! Cuando se acercaba San Juan, arrambámamos con todos ellos para quemarlos en la hoguera. Besos,
EliminaLa silla más antigua ha presenciado hechos muy intensos, infidelidades mutuas de la nobleza, revoluciones.
ResponEliminaAhora le toca el olvido, el descuido pero seguro que tendrán nuevos dueños.
Un abrazo.
Y presenciará nuevas aventuras ¿Quién sabe si más interesantes aún?
EliminaAbrazos, M. Cristina
Eduardo VII parecía tener muchas costumbres parecidas a la de este aristócrata. El famoso sillón del amor, ubicado en el burdel parisino Le Chabanais, permitía al poco atlético Eduardo tener relaciones con dos mujeres simultáneamente, con el mínimo esfuerzo para él y el mínimo riesgo para ellas, pero tuvo un final parecido a de esta silla.
ResponEliminaSupongo que en aquel tiempo habría unas cuantas sillas y sillones por el estilo. Testigos mudos que si algún dia deciden hablar... ¡De lo que nos vamos a enterar!
EliminaMuy buena historia narrada con arte y nostalgia. Con breves pinceladas nos pones en contexto y logras meternos en ese mundo pasado de lujos y posterior decadencia. Me gustó mucho, Cristina. Un abrazo
ResponEliminaAlgunas sillas tienen mejor suerte que otras, que son restauradas con todo detalle y otras van directamente a la basura, pero quién sabe, siempre hay alguien que recoge las cosas que se tiran.
ResponEliminaMe ha encantado tu relato, Cristina, la de cosas que se pueden contar con sillas.
Un abrazo.
Un relato que me deja sabor agridulce por la espera de las sillas a que alguien las recoja, con la de cosas que podrían contar.
ResponEliminaUn abrazo