dijous, 4 de setembre del 2025

ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA

Esta semana, Neogéminis nos propone un reto original: elaborar un relato donde coloquemos a alguien fuera de contexto. Puede ser en formato libre (prosa o verso) e intentando no superar las 350 palabras,







ASI EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA


Nunca uno está preparado para su propia muerte. En el fondo, todo fue culpa mía. Absorto en los wasaps de mi móvil, no me fijé en el semáforo en rojo ni en el camión de Coca-Cola.

A partir de ahí, mis recuerdos se diluyen: ruidos, luces brillantes, ulular de sirenas, voces atropelladas y, por último, un largo “piiiiii” y la oscuridad.

Cuando desperté, no me lo podía creer: ¡Seguía vivo! Estaba en una cama de hospital. Las sábanas me cubrían gran parte del cuerpo, pero aparentemente este conservaba un perfecto estado. Pensé que era un milagro. Imaginé que tal vez salía de un coma profundo y que, los cirujanos plásticos de aquel centro eran verdaderos artistas. Pero, no podía recordar nada más.

Tras mi gran sorpresa inicial, me dispuse a llamar al personal médico. Supuse que al tocar el timbre de emergencias alguien aparecería. No. Nadie vino. Repetí sucesivas veces el proceso y todo fue en vano.

Cansado, me levanté y fui hacia el armario. Allí estaba mi ropa. Me vestí y salí de la habitación. Aparentemente a nadie le extrañó mi presencia por los pasillos, lo cual me dio carta blanca para escabullirme.

Una vez en la calle, me sentí un poco bobo. No sabía que hacer ni donde ir. Mi memoria seguía ausente. En un acto reflejo, rebusqué en los bolsillos de la americana. Encontré un papel arrugado que decía: Sancho de Ávila - 2 de septiembre - Capilla cinco. Supuse que alguien cercano a mí había fallecido. De ahí la nota.

Me acerqué a un quiosco y miré la fecha en un diario: era 2 de septiembre.

Ignorándo todo, me encaminé al susodicho lugar. Quizás allí pudiera obtener respuestas.

Delante de la capilla cinco, vislumbré un gran gentío. El murmullo general era de un tono más bien alto. Me acerqué. Y, entonces, me quedé estupefacto al distinguir a mi esposa llorando desconsoladamente. A su lado, le acompañaban mis tres hijos. Mientras me dirigía a ella, empecé a reconocer a la mayor parte de los asistentes: amigos, parientes, compañeros de mi trabajo. Todos se lamentaban de aquella pérdida tan grande.

¿Qué hacía toda esa gente allí? ¿Quién era el fallecido?

Aunque ya sospechaba la cruda realidad, me adentré en el cuarto donde se encontraba el féretro. Mi sorpresa no fue ni mucho menos mayúscula. ¡Ahí estaba yo! Eso sí, se me veía muy bien.




Bluechance7
                                      

ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA

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