IRENE HEWITSON:
AVENTURAS Y DESVENTURAS DE UNA DIVA ACONTECIDA
CAPÍTULO 5
Imagen: Pixabay
EL BUEN SOSIEGO
(Maria Cristina Garcia Carrera)
—Soy Irene Hewitson, la artista de Hollywood mundialmente conocida como “La Diva” y vengo a denunciar el acoso que estoy sufriendo por parte de los paparazzi. Necesito protección.
El comisario Carrera levantó la vista y observó la mujer con grandes gafas oscuras. No la reconocía, ni cuando se quitó las gafas recordaba haberla visto en ninguna pantalla. La verdad, es que él ya hacía años que no iba al cine.
—Vamos a ver ¿Qué periodistas en concreto la están acosando y cómo?
—Todas las cadenas de televisión, no paran de grabarme desde que salgo a la calle. No tengo intimidad. Es desesperante, comisario.
Irene estaba a punto de llorar.
—Bueno... ¿La han atacado de alguna manera? El simple hecho de que la fotografíen o filmen en lugares públicos no es delito y siendo actriz como dice, ya debería estar acostumbrada.
—Ya sé que me debo a mi público. Pero últimamente no paran de meterse en mi vida privada y atosigarme. Esta presión es insoportable. Creía que marchando de Hollywood, aquí en Europa encontraría la tranquilidad, pero es lo mismo que allí.
—Pues no sé que decirle... Barcelona tampoco es la ciudad más apropiada si quiere tranquilidad...
Xenia, la joven agente que transcribía la denuncia, metió baza.
—Se me ocurre que lo que necesita es un lugar apartado donde pueda sentirse bien. Como por ejemplo...
—Bien, Xenia —la interrumpió el comisario—. Usted misma puede acabar de atender a la señora. Yo tengo algunas investigaciones importantes que hacer.
El comisario Carrera, dejó solas a las dos mujeres.
Xenia se dirigió a Irene, ella sí que la había reconocido enseguida. Era la famosa Diva, metida en mil escándalos.
—¿Ha probado de ingresar en alguna clínica privada? Las hay muy buenas.
—Es que la mayoría de esas clínicas están vendidas a la prensa del corazón ¡Lo sé, estoy segura! —exclamó mientras ya lloraba abiertamente.
Xenia concluyó que estaba ante un caso de manía persecutoria. Irene Hewitson es o era una actriz muy famosa en Hollywood, aunque en Europa ya hacía tiempo que apenas se hablaba de ella, además su fama se debía más a sucesos ajenos a su actividad interpretativa, desde el aparatoso accidente que tuvo cuando fue a recoger el Oscar por aquella película... “Soberbia” se titulaba. Aquel hecho recorrió el planeta. Nadie sabe aún cómo, cuando “La Diva” se disponía a recoger el galardón, cayó estrepitosamente pisándose su vestido que se rompió dejándola parcialmente desnuda. Además, la cara le quedó hecha un mapa entre unos dientes rotos, el rimmel corrido y su melena desgreñada. Acabó insultando a todo cristo y eso fue la comidilla de la prensa amarilla en todo el mundo.
—Vamos a ver, Irene, cálmese. Puedo hacer algunas llamadas. Seguro que encontraremos un lugar discreto donde pueda ser atendida.
Y el lugar discreto resultó estar en Mazarrón, provincia de Murcia. Acababan de inaugurar un sanatorio mental en lo que había sido una clínica donde se había descubierto un sucio asunto de trasplantes ilegales hacía un par de años.
Irene mostró sus dudas.
—¿A dicho, trasplantes ilegales?
—¡Oh! No se preocupe. Todos los implicados ya están juzgados y condenados en prisión. El inmueble está adaptado para su nueva función y necesitan clientes, ya que está empezando a funcionar.
—Y dice que está en... Mazapón?
—Mazarrón, provincia de Murcia.
—¿Por dónde cae eso? ¿Qué avión he de tomar?
Xenia tuvo que explicarle que el aeropuerto más cercano estaba en Murcia, pero había muy pocos vuelos. Otra opción es ir en tren hasta Cartagena o Murcia y después tomar un autocar de línea hasta la misma población. También podía alquilar un coche o coger un taxi.
Irene consideró lo de tomar un taxi, pero cuando se enteró del precio estimado, prefirió el tren y el coche de línea.
Llenó dos grandes maletas con lo que consideraba imprescindible para pasar un par de meses en el sanatorio y se puso una peluca morena y gafas de sol para no ser reconocida.
La gente la miraba, no porque la reconocieran, sino porque la peluca se le había torcido quedando parte de su pelo natural al descubierto, no podía recolocársela, ya que llevaba las dos manos ocupadas con las maletas.
Entre dos señores, tuvieron que ayudarla a subir las maletas al tren, muy amables ellos.
—¡Madre mía! ¿Pero qué lleva aquí dentro? ¿Piedras?
—Ande señora ¡Vamos p'arriba! Que sino no salimos d'aquí, ni mañana.
Una vez aposentada, fue al baño para arreglarse. Que fuese de incógnito, no quería decir que no cuidase su aspecto. Irene siempre tenía que estar impecable.
Se enderezó la peluca, se la peinó. Escuchó unos golpes en la puerta.
—¡Ocupado!
se empolvó la cara, se repasó el rimmel y volvió a sentir los golpes.
—¡Un momento!
Se pintó los labios, se repartió el perfume detrás de las orejas, en el cuello y diferentes zonas de los brazos y salió sorteando la cola de personas que se había formado durante los veinte minutos que empleó en su “toilette”.
Volvió a su asiento, satisfecha de si misma. Las casi ocho horas que duró el viaje, tuvo tiempo de mirar las redes sociales por el móvil. No se hablaba de ella. «¡Qué bien!... ¿Qué bien? ¿Pero cómo es posible? —se preguntaba— ¿Ya se han olvidado de mí? Parece que nadie me echa en falta».
Cuando el tren llegó a Murcia vio como los dos hombres que la habían ayudado a subir las maletas, bajaron escopeteados los primeros, se ve que tenían prisa.
Ella intentaba tirar de las maletas sola, pero mirando a su alrededor por si alguien se apiadaba de ella. No fue el caso. Poco a poco, bajando por las escalerillas del tren, una de las maletas resbaló arrastrando a Irene con ella, cayendo al andén.
El dolor en las piernas era increíble. No podía levantarse, extendió las manos para averiguar dónde y cómo se encontraba, ya que no podía ver nada, la peluca le tapaba completamente la cara. Oía, eso sí, cuchicheos a su alrededor y una voz que sobresalía de las demás.
—¿Señora Irene Hewitson? ¿Es usted? Vengo de parte de la clínica “Buen sosiego” de Mazarrón.
—¿Quién es usted? —preguntó después de quitarse la peluca de la cara y ver al hombre de mediana edad que se dirigía a ella.
—Soy el que se ocupa del transporte sanitario. Me han encargado que la la venga a buscar. Usted va a ser la primera paciente que vamos a tener y queríamos ofrecerle el mejor servicio.
Una de las maletas se había abierto, con todos sus conjuntos de ropa interior desparramados. Irene trataba de volver a guardar las prendas lo más rápido posible. Cuando levantó la vista, vio la otra maleta abollada, unos metros más allá y una multitud de gente alrededor, con móviles y tablets, inmortalizando la escena.
El diario “La Voz de Murcia” también se hizo eco:
“SOBERBIA CAIDA 2”
La famosa actriz norteamericana Irene Hewitson, conocida como “La Diva” ha llegado a nuestra tierra con la intención de someterse a una cura de reposo al nuevo centro de salud mental: “El buen sosiego” recientemente inaugurado en la población de Mazarrón.
Desgraciadamente no ha llegado con buen pie, una soberbia caída mientras salía del tren, ha recordado la que tuvo el día en que fue a recoger su primer y único “Oscar” que ganó por su gran interpretación en la película “Soberbia”.
Esperemos que su estancia aquí la ayude a recuperar la paz, que como todos sabemos, tanto necesita…
María
Cristina García Carrera
Si quieres saber más sobre las desventuras de esta diva tan acontecida, puedes seguir sus andanzas cada fin de semana AQUI.
Hola Cristina! Gracias por apuntarte a la continuación de las aventuras de nuestra amiga acontecida, Irene Hewitson!
ResponEliminaMe ha encantado reencontrarme con Mazarrón y también con el conocido y entrañable Comisario Carrera, protagonista de nuestra novela coral, con el resto de compañeros del Taller de Escritura, "El bien, el mal y lo oculto"! Je, je! Un besote y gracias por participar! Marifelita!
Algunos personajes parece que ya empiezan a cansarse de las vacaciones y necesitan volver
Eliminame encantó la entrada... que ganas de ver ese espectáculo.
ResponEliminaPobre esta Irene, todos sus movimientos son caóticos, siempre le sucede algo.
ResponEliminaRealmente me gusta la historia, me resulta divertida de leer, aunque claro, para la pobre Irene no debe ser nada divertido, sino más bien, dramático.
Saludos.
PATRICIA F.
Muy bueno, ese final de a prensa que todo lo explica está sensacional.
ResponEliminaUn abrazo enorme a ambas
Un sanatorio para escapar de los paparazzis.
ResponEliminaInsólita idea.
Un abrazo.
Muy bien englobada y ampliada la historia de Irene, al mismo tiempo que das entrada a otros personajes y ubicaciones. Has hecho un magnífico compendio.
ResponEliminaGenial el titular de prensa.
Besazooo , Cris