Cada jueves, un relato - Tema: Uno entre mil – Singularidad entre la multitud – “ Inestabilidad"

Esta semana desde el Blog NEOGEMINIS nos proponen el siguiente reto. Narrar alguna historia en la que el tema central sea la singularidad entre la multitud. Lo que hace que algo o alguien destaque entre el resto, lo que se define en ocasiones como uno entre mil.


AQUÍ podréis encontrar el resto de relatos participantes.

"INESTABILIDAD"

Imagen: Pixabay

Eran las seis de la mañana. Sólo sentía sus pasos. Sin saber el porqué, se encontraba bajo la chispeante lluvia, que casi no mojaba el pavimento. Y esas calles vacías de multitudes, sonreía discretamente, aprovechándose de la situación, bien por ese vacío en soledad. Aún tenía los párpados llorosos de ese sueño que la despertó. Se sentía tranquila, sosegada y más confiada al no encontrarse con nadie en su caminata hacia dónde fuera, ni ella misma lo sabía. No se dio cuenta de lo rápido que pasó el tiempo cuándo vio con la de gente que se cruzaba de ida y vuelta. Ellos le daban pavor, ese acercamiento y roce de sus ropas y sus miradas, que ella creía eran acusadoras, de que ella no tenía derecho de pisar el mismo suelo. Bajaba sus mangas hasta esconder las uñas, y subía el cuello de su chaqueta gris, que ella usaba para salir a la calle.

Por favor, se decía hacia adentro, llegando al diafragma, dónde ella creía no saldría ni una queja de miedo. La caminata continuaba, sin saber ella hacia dónde iba. Ella simplemente caminaba, marcaba cada lento paso como si los contara, necesitaba un largo tiempo, casi de horas, para hallar la seguridad al sentirte sola. ¿Qué necesidad tenía de la gente? Asustada se lo preguntaba, sabiendo que en esa tesitura se encontraría. Llegó el momento más terrorífico para ella, cuando ya el espacio denso, cerrado de multitudes, que la obligaba a sentir su ahogo, pulsaciones rápidas, y el querer correr, salir del bullicio, de la marabunta de las gentes... el salir con un sprint, imposible con el gentío. Llegó a tal extremo que se sintió asfixiada. Retiraba con sus manos a todo aquel que le quería prestar ayuda,

Nuevamente sobre el diván como cada mes, ella soltaba el día a día, sin poder ponerle remedio. Y la psiquiatra arremetía.

—No mejoras, continuas con tus miedos, es culpa tuya. La medicación la tomas unos días y la dejas el doble de tiempo. ¿Cuántas veces te hemos propuesto un ingreso por tu bien? Estarías controlada. Llevamos igual desde hace siete meses, mientras no cuentes lo que te pasó ese fatídico día que te encontraron en el callejón, no podremos ayudarte.

Fina