¡Hola amig@s jueve@s!
Para esta convocatoria un tanto especial y porque no decirlo, un pelín surrealista, que os hemos propuesto para esta semana, nuestra compañera LOLA no ha querido perder la ocasión de participar en el reto con el siguiente relato.
¡Y es que la vida a veces nos regala encuentros mágicos!
" MARÍA Y LA TÓRTOLA"
Imagen: Pixabay
María es una señora entradita en años, lo advertimos por sus surcos en la frente y esas patitas de gallo que perfilan sus ojillos. Fue guapa, seguro, pues su belleza anterior aún está reflejada en su rostro. Mantiene una rutina fija; por la mañana se levanta pronto, sale a la terraza en camisón para observar la salida del sol. Le encanta ese momento de paz donde el silencio solo queda quebrado por el arrullo de las palomas. Riega con cariño sus plantitas y se queda apoyada en la barandilla a esperar que la ciudad despierte.
Hace unos días que una tórtola la visita, se queda en la barandilla, la mira y vuelve a emprender su vuelo. Hoy se ha posado en el suelo y ha picoteado algo. María la ha observado y le ha dirigido una sonrisa dándole los buenos días. La tórtola se ha acercado a ella.
- ¿Hay lentejas hoy para cenar? - le pregunta la tórtola.
- ¿Lentejas? Si yo no como lentejas, soy alérgica. Por cierto …. Eres una tórtola, ¿Me estás hablando de verdad? ¿Me estoy volviendo loca?, ¿Hablas?
- ¿No me estás oyendo? ¡Pues claro que hablo!
- Pero … no deberías estar aquí, me he gastado un pastón en ese bártulo con forma de búho, hace su sonido y mueve la cabeza, deberías asustarte y pasar de largo. Pero en vez de eso te plantas delante de mí y me hablas. No, esto no puede estar pasando, me estoy volviendo loca.
- Entonces … ¿Qué vas a hacer para cenar? ¿Puedes hacer albóndigas? Me encantan.
- ¿Como …? ¿Quieres que te invite a cenar?
- Pues claro. Por favor no le pongas ajo que soy intolerante.
- Esto, esto … no puede estar pasando.
- Pero me invitas, ¿No? ¿ A qué hora vengo?
- Vale, ven sobre las ocho.
Después de esta conversación la tórtola ha vuelto a emprender el vuelo.
María se arregla y va al mercado, no tiene carne picada para hacer las albóndigas y contentar a la tórtola.
Su hija la telefonea, forma parte de la rutina. Cada día a las 11,30 recibe su llamada.
- ¿Estás bien?
- Si hija bien.
- ¿Qué vas a comer hoy?
- …..
- Bueno, cena algo y ves pronto a la cama, ah, y no te olvides de las pastillas.
Las mismas frases rutinarias de cada día.
- Si, si …hoy voy a hacer albóndigas para cenar, haré de más y las congelare para cuando vengas, que sé que te encantan.
- ¡Perfecto mamá, gracias! Hasta mañana.
Esta tarde María no da su paseo rutinario, se dedica a cocinar las albóndigas. Ha finalizado pronto su tarea y, entusiasmada, prepara la mesa. En el suelo pone un plato con sus albóndigas, un cuenco de agua y una servilleta. La mesa de la terraza está guarnecida con el mantel nuevo y la servilleta a juego, los cubiertos de plata y un candelabro con sus velas encendidas. Será una velada especial -piensa- .
Y así tórtola y humana comparten una velada inolvidable. Será un secreto, no se lo contarán a nadie.
LOLA B.
Jajaja Casi como una cita con la tórtola, es genial las ideas que han surgido con este propuesta, está muy divertido leerlos! Besos por ahí!!!
ResponEliminaQué bueno, una tórtola que le gustan las albóndigas. Muy original. Un abrazo
ResponEliminaHe visto en mi barrio a las tórtolas picotear de todo, así que seguramente las albóndigas le resultarán un manjar, más sabroso que las lentejas.
ResponEliminaBuena historia, saludos.
PATRICIA F.
Yo no se lo contaría a nadie tampoco, mira lo que viví yo.... estas tortolas estan de fiesta... jajajajaja
ResponEliminaAqui vale decir que cenaron como dos tortolitos??jjejeje.. un relato muy ameno besosss
ResponEliminaMe imagino a la tórtola limpiándose el pico con la servilleta después de comer las riquísimas albondigas. No creo que vuelva a preguntar por las lentejas.
ResponEliminaBesos,
M. Cristina
La cocina une mentes libres, ya sean aves o humanas. Me ha parecido enternecedor.
ResponEliminaSaludos.
AlmaLeonor_LP
Para María ha sido algo que la ha obligado a salir de la rutina y seguro que van a cenar más de una vez juntas.
ResponEliminaLa verdadera amistad no sabe ni de edades ni de especies! Jajaja. Buen relato. Un abrazo
ResponEliminaGracias por vuestros comentarios. Un beso para to@s. La verdad es que he querido hacer una crítica social sumergida pero veo que no lo he conseguido. La soledad de las personas mayores, la rutina en la que están inmersas ... Las albóndigas le encantan a su hija, a quien espera realmente es a su hija que no sabe cuando irá a visitarla por eso congela las albóndigas. He intentado hacer un cuento divertido de una realidad muy cruda. De todas formas agradezco que os haya gustado. Tengo que practicar más , no he sabido plasmar bien el sentido. Ruego me perdonéis.
ResponEliminaHola Lola!
EliminaPues a mi me ha gustado también tu relato, y claro que se entiende lo que has querido decir! La madre prepara las albondigas que tanto le gustan a la hija, pero como no viene a visitarla, pues para la tórtola, que si le hace compañia. Si que se deja ver entre líneas la soledad de la mujer, aunque como sale la tórtola parlante pues nos despista un poco el tema! Je je! Me ha encantado que participaras en el reto juevero! Un besote!
Gracias carinyet. Te quiero
ResponEliminaCreo que está claro lo que querías expresar.
ResponEliminaLas albondigas eran para comer con la hija, que no fue a visitarla.
Por lo menos, tendrá alguien con quien cenar, en forma inesperada.
Un abrazo.
Animada en perderme en esta fantástico relato. Entiendo que la mente de la madre se pierda en una amiga casi virtual. Gracias por compartir. Fina
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