Hace
unos años me encapriché de un flamante coche deportivo italiano, no diré
nombres porque nadie me ha pagado por hacer publicidad. Así que tuve la genial
idea de, en lugar de encargarlo y que me lo trajeran a casa, ir a buscarlo yo
misma a Milán y regresar con él para ponerlo en rodaje y ver todo lo que era
capaz de hacer.
Por
aquel entonces me encontraba en España, durante mi retiro espiritual en la
clínica mental en Mazarrón decidí volver a mis raíces y me compré un chalet en
Chiprana, provincia de Zaragoza, modesto pueblo donde nací.
Debo
decir que tan pronto se enteraron de mi presencia, vino el alcalde a saludarme
personalmente y tras nuestra breve conversación se apalabró que tendría una
calle con mi nombre en reconocimiento. No todos los días se sabe que un ilustre
vecino alcanza tal éxito y popularidad. Aunque detecté que lo dijo con la boca
pequeña, quizá no era el tipo de popularidad que él consideraba más positiva.
Así
que decidí ir en busca de mi capricho y me crucé Francia de regreso, poniéndolo
a todo gas aquella excepcional máquina, en sus estupendas “autoroutes”.
Conducir es toda una terapia para mí, sobre todo de noche, se viaja más fresco,
más tranquilo y su oscuridad me da una paz que no se puede igualar casi con
nada. Hice varias paradas técnicas descansando en los mejores “Chateaux” del
país. Una es vanidosa y de vez en cuando le gusta darse estos caprichos
mundanos.
Y
cuando crucé los Pirineos, fue evidente que ya estaba en casa de nuevo, no solo
por el cambio de temperatura sino también por el precario estado de sus
carreteras. Enseguida me di cuenta que este nuevo coche mío no estaba hecho
para este asfalto irregular nuestro.
Llegando
a los célebres y conocidos Monegros fueron evidentes dos cosas más: que pude
poner a tope de nuevo mi flamante deportivo y que, con la emoción del momento,
me olvidé de repostar desde que cruzara la frontera. Por lo tanto, tan
exquisita maquinaria italiana me dejó tirada en aquel caluroso desierto de
principios de junio.
Otra
maquinaria exquisita y excesivamente cara, como era mi móvil, por entonces el
más revolucionario del mercado, perdió la cobertura por aquellos parajes.
Estuve esperando allí durante horas sin que nadie tuviera la gentileza de
pararse, aunque solo fuera por pura curiosidad e intentara auxiliarme. Por lo
que no pude avisar tampoco a la asistencia en carretera.
Pero
finalmente una alma cándida y piadosa personalizada en un joven, fornido y
atractivo camionero se cruzó en mi camino. Subí a su cabina torpemente, sin
pensármelo dos veces mientras le rogaba que me acompañara a la gasolinera más
cercana y resumiéndole a una velocidad de vértigo mi última desgracia.
Cuando
llevaba un buen rato en compañía de aquel extraño y buen samaritano, me di
cuenta que tan solo escuchaba mi atropellado monólogo sin sonreír ni hacer
ningún intento por entablar conversación conmigo ni tener ningún tipo de
interés en mi persona.
Por
unos segundos pensé en una de las peores opciones: ¿sería posible que aquel
hombre no me hubiera reconocido? Y cuando estaba a punto de preguntarle si
sabía quién era yo, aquel joven tímidamente hiló una palabra con otra para
preguntarme cuanto cobraba por mis servicios.
¿Me
había confundido quizá con una prostituta de lujo? En aquel momento no calibré
mis palabras, como otras tantas veces me ha pasado antes, y totalmente
indignada le contesté:
—Amigo,
no tiene usted suficiente dinero para acostarse conmigo. Ni en toda su
miserable vida podrá verlo junto.
Y en el corto pero accidentado trayecto que
compartimos juntos, aproveché para informarle y explicarle con quien tenía el
placer de compartir su cochambrosa cabina. Ni que decir tiene que me dejó
tirada en la siguiente salida de la autopista y es que la boca me pierde. Con
mis “stilettos” italianos en la mano, que desgraciadamente también estrené en
aquella aventura, llegué media hora más tarde a una gasolinera.
Por
suerte los dependientes y clientes si que me recibieron como una actriz
internacional de mi calibre se merece. No fue de la misma manera con la prensa
nacional como era de esperar, que al día siguiente me regaló este titular:
“La
famosa actriz de Hollywood, Irene Hewitson vuelve a casa con una nueva
polémica. Ayer hizo proposiciones deshonestas a un amable camionero, al
intentar auxiliarla en la carretera”.
¡Fíate tú de los buenos samaritanos…! Aunque ahora ya comprendo las reticencias del alcalde… Pero por otro lado pienso que saldrá ganando, al menos he colocado a Chiprana en el mapa. ¿O quizá Chiprana quería pasar desapercibida como hasta ahora? Supongo que ahora ya es tarde para saberlo.
Estaba claro que Irene se cansaría del reposo.
ResponEliminaNo podía faltar una contrariedad, que su auto lujoso la dejara en el el camino.
Y que surgiera un malentendido, aprovechado por los medios.
Un abrazo.
Irene, sin duda es una mujer de acción! Je, je!! Y está claro que a estas alturas, que ya la vamos conociendo, ya vemos venir cuando se masca la tragedia! Ja, ja! U abrazote Demi y gracias por seguir sus desventuras!
EliminaLos camioneros no tienen tiempo de ver la tele, viven en otro mundo.
ResponEliminaBesos. M. Cristina
Si, por suerte o por desgracia, se libran de saber todas esas cosas de la farándula! Ja ja! Un besote Cris!
EliminaJajajaja, esta Irene cada vez sufre nuevas contingencias, muy graciosas, claro que a ella no le parecerán tanto.
ResponEliminaYa quiero ver qué le sucede en su próxima aventura.
Saludos.
PATRICIA F.
Gracias por seguir las desventuras de nuestra querida y acontecida Irene! Je je! Pues veamos a ver que le depara el destino en su próxima historia! Un abrazote Patricia!
EliminaMuy bueno. Pobrecita ella, la Diva, que no consigue más que quedarse con los zapatos en la mano en una salida de autopista. Magistralmente llevado.
ResponEliminaUn abrazo fuerte, amiga
Si es que tener todo el dinero del mundo no nos garantiza nada, cuando tenemos una larga racha de mala suerte! Je, je! Un abrazote amiga!
EliminaFíjate que andar haciendo esa clase de propuestas a honestos caballeros camioneros...
ResponEliminaSaludos,
J.
Es que nuestra amiga Irene es algo "deshonesta"... pero tiene la desgracia de encontrar por el camino a gentes que lo son aun más! Je, je! Un abrazote Jose A.! Marifelita.
Elimina