dimarts, 17 d’octubre del 2023

VadeReto - Microreto de Octubre - Tema: El Cumpleaños – “ El siglo de Esperanza“

Para el VADERETO de este mes de Octubre, desde el Blog JACSNET/ACERVO DE LETRAS, nos proponen el siguiente reto. Preparar un relato que gire en torno a un cumpleaños: la llegada del día, los preparativos, los invitados, los regalos, la fiesta en si, etc. Puede ser de terror, de intriga, de suspense, de humor o sátira, amor y pasión, esperanza y deseo, lo que nos evoque tan señalado evento.

AQUÍ podeis encontrar el resto de relatos participantes:

EL SIGLO DE ESPERANZA

Imagen: Pixabay

Su nombre es Esperanza y hoy cumple 100 años, impedida y casi ciega, mantiene la memoria de su larga vida y una mente lúcida.

En la residencia “El buen reposo”, le han organizado una gran fiesta. Asisten hijos, nietos, bisnietos, familiares y amigos de todo el mundo. Esperanza es feliz, le gusta hablar con ellos y recordar tiempos pasados, pero con nadie tanto, como con aquel joven.

—Señora Esperanza…

—¡Braco! ¿Eres tú?

—Yo soy Braco Letelier, Señora Esperanza. Braco Milavich era mi abuelo, el que estuvo luchando en las filas de la Brigadas Internacionales allí en Asturias. Usted le salvó la vida…

Los ojos de Esperanza que apenas ven, se llenan de recuerdos. No dice nada, solo alarga sus brazos para tomar la mano de aquel muchacho.

Braco Letelier ya conocía de sobras la experiencia vivida por su abuelo. Sabía que se enroló en las Brigadas Internacionales que lucharon en España contra los golpistas que se habían sublevado frente a un gobierno legítimo. Por entonces el fascismo, aunque minoritario, ya empezaba a envenenar Europa. Braco, natural de Bosnia, en aquel tiempo ya llevaba unos cuantos años viviendo en Francia. Allí tuvo un amor fugaz de pocos meses pero del que resultó una hija.

En una de las escaramuzas en el frente de Asturias, Braco Milavich recibió un disparo en el hombro, calló por un precipicio y perdió el conocimiento. Se despertó dos días después bajo la mirada de una hermosa mujer, la mujer más valiente y fascinante que jamás conoció.

Ella era Esperanza, la mayor de siete hermanos, hija de minero y también casada con un minero. Después supo de la resistencia de su marido para permitir alojarlo en su casa. Le llevaron entre dos compañeros milicianos que al primer golpe de vista, pensaron que no serviría de nada llevarlo al hospital de Mieres, teniendo en cuenta como estaba de saturado a causa de los bombardeos que habían sufrido aquella semana. Francisco, su marido, quería sacárselo de encima, pero los milicianos le acabaron convenciendo. «El Hospital está a reventar, no cabe ni una aguja. Y tú eres el único compañero que vive por aquí cerca.» Pero él decía que no serviría de nada, porque estaba casi muerto. «¡Venga Francisco! Hay que ser solidario, que el camarada tenga por lo menos una muerte digna, no tirado en la calle como un perro». Le colocaron en el catre de una habitación que daba al patio. Cuando se fueron los milicianos, Esperanza pidió a Francisco que le ayudase para cambiarlo a una cama más cómoda, le contestó que ya había hecho demasiado, estaban en guerra y no valían sentimentalismos. Sus hijos miraban la escena sin comprender demasiado. Esperanza entendió que tendría que hacerse cargo de la situación. Habló a su hijo mayor. «Daniel, ves a casa del abuelo, que traiga urgentemente un médico. Tenemos un herido en casa.»

Contra todo pronóstico, Braco sobrevivió. Durante el mes y pico que permaneció en su casa hablaron mucho, hasta el punto de llegarse a conocer muy bien. Le contaba cosas de Bosnia, su tierra. De cuando se fue a vivir a Francia, de la hija que tenía, que entonces era muy niña. Braco quería mucho a su hija, cada dos días la escribía y Esperanza hacía llegar las cartas a los milicianos para que las enviasen. Esperanza empezó a tomar conciencia de la situación política, sentía como él apreciaba sus opiniones y la hacía sentirse importante.

Braco se recuperó del todo y se fue, pero prometió que volvería a buscarla. Desde entonces le ha estado esperando.

—Señora Esperanza, mi abuelo siempre quiso regresar por usted, pero al principio lo impidió la invasión de los alemanes. Después cuando entraron las tropas aliadas a París, preguntó a unos republicanos españoles, uno de ellos que era de Asturias conocía la muerte de su marido, de su padre y el exilio de sus hermanos. Entonces la escribió, pero sus cartas no obtuvieron respuesta, no sabía que censuraban el correo. Quiso volver a buscarla, pero la frontera estaba cerrada, lo estuvo durante años. Cuando por fin pudo hacerlo, usted ya no vivía en Mieres, perdió su rastro y volvió a Francia desanimado y triste. Hasta que murió ¡Cuánto habría deseado poder estar aquí, señora Esperanza!

La fiesta de cumpleaños transcurre entre música y discursos de felicitaciones. La señora Pilar, que se había convertido en la mejor amiga y confidente en la residencia se le acerca para preguntarle.

—¿Quién era ese muchacho? No se parece a ninguno de tus nietos.

Esperanza se lo cuenta y le vuelve a explicar lo que significó para ella aquella noche del bombardeo. La vecina había llevado a los niños al refugio, Francisco, como de costumbre, no estaba. Braco, que poco a poco se recuperaba de las heridas, aún caminaba con dificultad. «Ya ha hecho demasiado por mí Esperanza, no debería arriesgarse más.» Le respondió que nunca le dejaría solo. Con las luces apagadas, para no atraer los bombarderos, permanecieron juntos, se veían durante los breves resplandores que proyectaban las bombas... Él le decía que le cautivaba su cabello color fuego, que tendría que llevarlo suelto más a menudo, tal como lo llevaba en aquel momento. Se amaron. Aquella noche Esperanza volvió a sentirse joven.

—Pilar, engañé a mi marido en nuestro propio lecho. En cambio no me siento culpable ¿Tú crees que hice bien?

—No tienes que sentirte culpable, Esperanza. Te enamoraste y por un momento cediste al amor. ¿No estaba haciendo lo mismo tu marido? ¿Se arrepintió en algún momento y te pidió perdón? No, claro, él era un hombre y los hombres, ya se sabe… Hemos sido muy tontas, Esperanza.

Juntas empezaron a hablar del matrimonio. Nunca se les ocurrió pensar que tuviesen alguna otra opción. Esperanza recordaba que Francisco era un hombre trabajador y honrado, todo lo demás era superfluo ¿Que importaba que no le atrajese, que no les gustasen las mismas cosas ni que no tuviesen las mismas inquietudes? Le dio cuatro hijos y traía el sueldo cada semana, no entero, claro, porque se pasaba las tardes en la taberna. Después de trabajar todo el día en la mina requería explayarse ¿Quién podía negarle ese derecho?... Ella cumplía con su obligación a rajatabla, con el poco dinero que le quedaba comían, las otras necesidades las cubría como podía. El alquiler lo pagaba su pobre madre, la ropa de los niños se la daban las vecinas cuando se le quedaba pequeña a los suyos, en cuanto a sus vestidos eran reformas de otros viejos, abrigos vueltos del revés y medias zurcidas hasta la saciedad.

Francisco empezó a alargar el tiempo de volver a casa, su cena quedaba esperando en la mesa hasta altas horas de la madrugada. Al principio pensaba que eran las asambleas del sindicato las que le entretenían, pero pronto descubrió que no era así. Por las mañanas se cruzaba a menudo con Rosalía, cuando se veían, ella enrojecía y bajaba la vista. Siempre supo que ella y Francisco... Así transcurría su vida, hasta que empezó la guerra y sus preocupaciones, como las de todo el mundo, fueron otras.

El padre Damián, el capellán de la residencia, se le acercó.

—¿Se da cuenta Esperanza, cuanta gente la quiere? Usted se ha ganado el cariño de todos.

Ella, aún con el recuerdo candente, le preguntó.

—Dígame, padre ¿Es cierto que en la otra vida nos encontraremos con los seres queridos?

—No me cabe duda.

Esperanza cerró los ojos. Entonces, apareció ante ella la imagen de Braco, el mismo joven alto, de expresión risueña y ojos verdes, que conoció y amó. Y ella estaba frente a él, con su larga melena pelirroja ondeando al viento.

Maria Cristina García Carrera


15 comentaris:

  1. Hola, muy bonito relato, un amor que al final no pudo ser pero que queda en el recuerdo. Muy bien ambientado todo, me gustó mucho. Saludos.

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    1. Me gusta la historia. Por eso, aunque sea un relato ficticio, lo he ambientado en buena parte de ese siglo XX que nos abandonó, ya hace tiempo.

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  2. ¡Precioso, María Cristina!
    El nombre de la protagonista lo dice todo.
    Qué pena que personas tan buenas no disfruten de la felicidad en vida. Tal vez, después de ese cumpleaños que, por el final, adivino definitivo, pueda disfrutar de un pasado que se le negó y llenar su corazón de la alegría merecida.
    Muy emotivo, tremendamente real, bellísimamente contado y un magnífico regalo para nuestro VadeReto.
    Muchísimas gracias.
    Un Abrazo.

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    1. Gracias por tan buenas críticas. Este relato lo escribí hace algunos años y el título con, el nombre de la protagonista, pretendía ser canto a la humanidad, que después de dos guerras mundiales y revoluciones, podíamos haber aprendido algo. Desgraciadamente no ha sido así.

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  3. Cien años dan para vivir mucho, tanto bueno como malo! Una guerra siempre deja cosas horribles a su paso, pero también en ellas surgen bonitas historias de amor, compañerismo y generosidad! Lo mejor y peor del ser humano! Un abrazote Cristina!

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    1. Gracias Marifé. Es así, lo estamos viendo ahora mismo. Lo mejor y lo peor de los seres humanos surge de las guerras y otras desgracias.

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  4. ¡Hola!
    Dura fue la vida en aquella época y más dura aún para algunas mujeres casadas, pero sin amor. Porque las mismas miserias, con amor, compartidas, se viven de otra forma.
    Un relato miy entrañable, como la relación de Esperanza con el nieto de su verdadero amor, el que vivió de recuerdos. Un gran amor y un gran secreto, menos mal que tiene con quiern compartirlo. Me ha encantado el relato.
    Un saludo

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    1. Es cierto que con amor todo se soporta mejor. Gracias por leer y opinar.

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  5. Hola Cristina, qué bonito, una gran historia de amor. A veces no nos damos cuenta de que ese sentimiento no está en quien pensamos, por suerte, siempre aparece un Braco que nos hace creer en el amor.
    Un abrazo. :)

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    1. Aunque fue una corta historia de amor, por las circunstancias, Esperanza pudo saber que Braco pensó siempre en ella. Me alegro que te haya gustado.

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  6. ¡Hola Cristina! Bonita historia de amor atravesada por los contratiempos de una guerra. Y que duro vivir en un matrimonio sin amor. Lo has narrado y reflejado muy bien en tu relato.
    Un saludo.

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    1. fueron muchas las mujeres que tuvieron que vivir en situaciones semejantes. Mi relato no es un caso real, pero seguro que muchas de nuestras madres y abuelas, se verán reflejadas.

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  7. Precioso, Cristina. Un relato que más allá de la historia de amor que cuenta refleja la historia de una generación de mujeres marcada por el desencanto y la frustración. Unas supervivientes que tuvieron que dejar de lado en muchas ocasiones sus propias aspiraciones en favor del papel que la sociedad les asignaba. Has dibujado el personaje de Esperanza con mucha delicadeza y mucha ternura. Me ha encantado.

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  8. Un relato estupendo, M. Cristina, a través del cumpleaños nos has hablado de una época tan dura como la guerra civil y todo lo que vino después, también de lo que suponía la vida para una mujer en esos momentos y además nos regalas una historia de amor. Está redondo, me ha encantado. Un abrazo!!

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  9. Has desarrollado una historia que describe momentos trágicos de una guerra a la vez que retratas el amor como una pincelada de color fugaz, aunque muy presente, en medio de la destrucción y la debacle de una guerra civil, la peor que puede sufrir una nación. No quiero imaginar cómo sería en plena guerra la ya de por sí dura vida de un pueblo minero como el asturiano de Mieres. El personaje de Esperanza hace honor a su nombre, viéndose a sí misma ante Braco con el pelo suelto al viento.
    Enhorabuena.

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